Wednesday, 18 August 2010

53 - Isla de Pascua: un misterio sin resolver

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Perdida en el silencio profundo del Océano Pacífico, reposa la isla de Rapa Nui, conocida también como la Isla de Pascua, de 117 m2, a casi 2.000 kms. de la Polinesia y a más de 3.700 kms de Chile, su país soberano. Sólo la curiosidad nos puede llevar a este sitio perdido, a una isla volcánica, sin árboles, sin otro interés más que los famosos Moais, las esculturas en piedra que dominan su paisaje, tristes, impávidos al paso del tiempo, y misteriosos. Continuamente, desde que Jacob Roggeveen en 1722 la descubriera a los europeos, a sus tierras se acercan antropólogos con el firme propósito de encontrar el por qué de su origen… y sin embargo, sobre cualquier teoría persisten los mitos, las leyendas de la isla, casi la superstición.

Estos moais forman parte del Parque Nacional de Rapa Nui, desde 1935. Sus impresionantes siluetas se pueden encontrar, en peor o mejor estado, por toda la isla, hasta contar un número casi de 1.000 esculturas, talladas en toba volcánica traídas de las canteras del volcán Rano Raraku. El que se encuentra en mejores condiciones es el Ahu Tahal, que se encuentra en la capital de la isla, Hanga Roa. El Ahu Te Pito Kura posee unas piedras redondas sobre la cabeza hechas en escoria roja de las canteras de Puna Pau. Como ocurre con toda la historia de estos monumentos tampoco se sabe a ciencia cierta el por qué unos llevan este “tocado” y otros no, aunque lo más aceptado es que representan un moño o un sombrero que tenían los indígenas cuando llegaron los europeos. Ahu Vinapu y Akahanga son esculturas que curiosamente se encuentran tumbados…

Y si Roggeveen fue su descubridor oficialmente, las teorías más conocidas son las que Thor Heyerdahl hizo a partir de su expedición a la isla en 1955. Su hipótesis se basa en el origen andino de sus primeros colonizadores, contra las teorías más generalizadas de que su origen es polinesio. No obstante, en torno a las gigantescas esculturas siguen habiendo numerosos misterios, pues nadie ha podido determinar cómo se extinguieron aquellos indígenas, o como fueron capaces de transportar y construir semejantes estatuas que pueden llegar hasta los 10 metros de altura, los 7,5 metros de diámetro y casi 20 toneladas de peso y una antigüedad que podría remontarse a los siglos IV o V d.C.

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